El hombre es un ser social por excelencia. La comunicación forma una parte imperativa de su comportamiento, siendo este uno de los elementos que mayormente ha logrado evolucionar, partiendo desde un primitivísimo lenguaje, que el hombre ha ido sofisticando, así como los medios para difundirlo. Con el devenir del tiempo ha sido tal su avance, llegándose inclusive a poder llevar la palabra escrita y hablada a cada rincón del planeta (y hasta fuera del mismo) casi tan rápidamente como se piensan.
A pesar del vertiginoso avance en las tecnologías en comunicaciones que nos han permitido “unir” a todos los habitantes del globo ahora más que nunca, tal accesibilidad a su vez nos ha terminado exponiendo a cada uno de nosotros. Las noticias que siglos atrás tomaba días e inclusive semanas en llegar a sus destinos, ya en la actualidad solo basta con teclear un nombre en la web para que la información de naciones, instituciones e incluso vidas personales quedan prácticamente a merced del solicitante.
Y es en este punto cuando tanta accesibilidad a la información se puede tornar perniciosa. Todos los humanos queremos ser protagonistas de alguna situación o acontecimiento, y es a veces esta necesidad la que termina transgrediendo la cada vez tenue línea entre lo personal y lo público; Sea por nosotros mismos quienes nos exponemos a través de las tantas redes sociales existentes buscando pretender ser únicos y originales (aun a pesar de utilizar los mismos canales y el mismo estilo de comunicación que comparten millones) y por tanto decidimos unirnos ante la primera que se nos cruce sin siquiera detenernos a tomar en cuenta las implicaciones que esto conlleva, todo por seguir la tendencia del momento; o por aquellos cuyo único propósito es vivir a través de los demás husmeando y acechando cada acto nuestro, violando nuestra privacidad (un derecho que cada día se esta perdiendo) pudiendo llegar inclusive a hacer peligrar nuestras vidas.
Con el tiempo hemos dejado de lado lo personal y terminamos convirtiéndonos en objeto de dominio público, gracias a una especie de frenética competencia de popularidad donde el número de contactos y no verdaderamente las personas son quienes cuentan, una especie cazadores de fama que terminan siendo presas del acoso de quienes nos idolatran o dañan. Unir a todos bajo una misma red trajo sus significativas ventajas, pero el costo se puede traducir en alejarnos los unos a los otros; por que se ha hecho tan fácil el acceso a los demás que simplemente el contacto físico ya deja de ser una necesidad y es sustituido por una relación casi abstracta siendo nuestro medio de contacto una fría ventana en pantalla.
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